¿Habrá previsto la Policía Metropolitana inglesa que la infiltración de agentes en los grupos ecologistas terminaría convirtiéndose en la novela que es ahora? Quizá los jefes del cotarro no consideraron en sus cálculos al siempre decisivo factor humano, que en este caso es la empatía que Mark Kennedy, el topo recién descubierto, desarrolló por aquellos a los que espiaba.
La empatía y el arrepentimiento, que le está haciendo revelar a los medios de comunicación información sobre toda la trama de espionaje de la policía.
Según informa The Telegraph, Kennedy ha dicho que hay al menos 15 policía más infiltrados en el activismo ecologista.
Algunos de éstos, al igual que hizo él pese a estar casado, se han involucrado sexualmente con miembros de los grupos a los que espían.
Kennedy describe el ambiente del movimiento ecologista como uno muy promiscuo, en el que se le ofrecía sexo repetidamente.
No puedo evitar preguntarme a qué viene tanto detalle sobre las costumbres privadas de los integrantes de los movimientos ecologistas ingleses, costumbres que en nada influyen en su activismo medioambiental.
Kennedy, cita la BBC, ha dicho que ahora no tiene amigos porque todos estaban en el movimiento ecologista.
Pues flaco favor les está haciendo ante la opinión pública, revelando información tan morbosa.
Como flaco ha sido el favor que toda esta operación encubierta ha hecho a la policía a largo plazo.
Toda la información recogida por los espías, que en su momento sirvió para llevar a juicio a seis activistas acusados de conspirar para irrumpir en una central eléctrica, ahora está siendo cuestionada, al punto de que los cargos contra los seis acusados han sido retirados.
Kennedy vive con miedo, según dice.
Ha tenido pensamientos suicidas, teme por su vida y se queja de que sus antiguos jefes no habían planificado su protección una vez que su labor encubierta terminara.
Vía
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