Un padre en Kenia desafía las tradiciones para asegurar un futuro educativo a sus hijas. Conoce su historia.

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En las zonas rurales de Kenia, la educación de las hijas no era solo un desafío, era una batalla. Mientras la sociedad dictaba que las niñas debían ser preparadas para el matrimonio, un hombre se atrevió a desafiar esta norma.
Harrison Ngumbi, un maestro de inglés, decidió que sus hijas merecían un futuro basado en el conocimiento y la educación. «El valor de una niña no está en su dote, sino en su diploma», solía decir.
Un padre diferente
Harrison no solo era un padre; era un visionario.
Con su esposa, también educadora, criaron a cinco hijos, cuatro de ellas mujeres. En un entorno donde educar a una niña parecía un desperdicio de recursos, él mantuvo firme su compromiso. «Decido educar a mis hijas», repetía con determinación. La presión social era inmensa, pero su amor por sus hijas superaba cualquier crítica.
Desafíos económicos y sacrificios
La realidad económica era dura. Con un salario de solo 200 dólares al mes, la pareja enfrentó enormes dificultades para cubrir las necesidades básicas de su familia, sin embargo, nunca escatimaron en educación. Cada mes, viajaban a la ciudad a cobrar, y en lugar de disfrutar de una comida, regresaban a casa agotados y hambrientos, pero con la esperanza de un futuro mejor para sus hijos. La falta de dinero a veces obligaba a Harrison a negociar planes de pago con las escuelas, y aunque la vergüenza era abrumadora, nunca se rindió.
La importancia de la educación
La educación era el único regalo que podía ofrecer a sus hijas. «El esfuerzo y la dedicación son la clave para el éxito», les decía. Y así, bajo la presión de sus expectativas, cada una de ellas se esforzó por sobresalir. Las tarjetas de informes eran un momento crucial; cualquier fallo era motivo de castigo, pero más que el castigo, lo que dolía era la decepción en sus ojos. A pesar de las dificultades, sus palabras resonaban como un mantra: «Trabaja duro y sé la mejor en lo que hagas».
Un legado de éxito
Hoy, las hijas de Harrison son profesionales exitosas. Una de ellas, Faith, se ha convertido en consejera para pacientes con VIH; Kalekye es consultora en una ONG de salud, y Kavuu ejerce como enfermera. Su hermano, aunque fallecido, también logró ser un empresario local y agricultor. Cada uno de ellos lleva consigo el legado de su padre: la firme creencia de que las mujeres pueden lograr lo que se propongan.
Un agradecimiento sincero
La historia de Esther Ngumbi es un testimonio de amor, sacrificio y la lucha por los derechos de las mujeres. «Gracias, papá, por defender nuestro derecho a aprender», dice con emoción. Su padre no solo les brindó educación, les enseñó a luchar por lo que es justo. En un mundo donde muchas niñas todavía enfrentan la misma presión que ella, su historia es un faro de esperanza. La lucha por la igualdad en la educación continúa, pero gracias a hombres como Harrison, el camino se ilumina un poco más.