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La explosión en un oleoducto francés afecta al Parque Nacional de Camargue

Conocía la costumbre de los pueblos y ciudades de mostrar con orgullo su hermanamiento con otras localidades del mundo.
Una costumbre que, a día de hoy, resulta algo anticuada y a la que nunca encontré una utilidad.
Lo que no sabía es que los espacios naturales protegidos también se hermanaban.

Es el caso del Parque Nacional de Camargue (Francia) y el de Doñana.
La vinculación entre los dos parques –ambos son ecosistemas basados en acuíferos- se hizo realidad en mayo de 2008.
Casualidad o destino, Doñana y Camargue han sufrido sendos derrames de crudo con unos pocos días de diferencia.

Nadie podía imaginar en 1971, cuando se inauguró el oleoducto de 770 kilómetros que pasa por las inmediaciones del Parque Nacional de Camargue, que una de aquellas tuberías –en concreto una de un metro de ancho enterrada a 80 centímetros bajo el suelo- derramaría, casi cuatro décadas después, cuatro mil metros cúbicos de petróleo.
La tubería subterránea explotó y la fuga no fue detectada hasta que alcanzó a una distancia de veinte kilómetros.

Fue entonces cuando cortaron el suministro.
¿No hay un sistema más raudo para detectar explosiones en las tuberías de un oleoducto? Si alguien tiene la respuesta para esa pregunta son los responsables de SPSE (Societe du Pipeline Sud-Europeen), cuya red de tuberías da servicio a refinerías y plantas petroquímicas de Suiza, Alemania y la propia Francia.
SPSE trabaja con grandes compañías cuyos nombres todos conocemos, en ocasiones relacionados con desastres medioambientales, como la francesa Total, la estadounidense Exxon-Mobil o la británica BP.
La citada corporación pareció más preocupada en mantener su reputación empresarial que su imagen ante la ciudadanía pues se apresuró a trazar una ruta alternativa para que los suministros no se detuvieran pese al accidente.
Imágenes del Parque de Camargue (Francia)Cierto, la búsqueda de alternativas al suministro y la lucha frente a las consecuencias del accidente no son incompatibles, pero resulta poco estético hacer que parezcan de la misma trascendencia.
Sobre todo cuando se da la desafortunada circunstancia de que el derrame alcanzó varias hectáreas de ribera cercanos a la ciudad de Saint-Martin-de-Crau, que son un enclave donde habitan miles de aves.
Esta reserva es la entrada al Parque Nacional de Camargue, una vasta extensión de llanuras y zonas pantanosas que se extiende hasta el mar Mediterráneo y que es conocida por sus caballos, toros salvajes, flamencos rosados y garzas.
Las autoridades francesas –en boca de Chantal Jouanno, secretaria de Estado de Ecología- no han puesto paños calientes al incidente: “Este es un verdadero desastre ecológico.
Tendremos que extraer las consecuencias para todos los gaseoductos que discurren por Francia”.
Suena a medidas contundentes tomadas, como casi siempre, a raíz de una desgracia.
Veremos si cuando el asunto se enfríe siguen en pie estas palabras.
Por lo pronto, ya están en marcha la investigación para aclarar las causas del suceso y, por supuesto, las labores de limpieza en la desembocadura del Ródano con todos los medios que la ocasión merece.
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