Crónica
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7 julio, 2021 4:23 am

Catacumbas romanas: el misterio de los esqueletos enjoyados

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Restaurados lo mejor posible y decorados con telas y piedras preciosas, estos supuestos cuerpos sagrados eran considerados objetos de culto.

Considerados como los restos mortales de los primeros cristianos que murieron como mártires, los llamados «cuerpos santos» fueron enjoyados y transportados a diversas partes de Europa para convertirlos en objeto de culto.

Catacumbas romanas

El fenómeno por el que se buscaban los restos de los santos y se trasladaban a las distintas iglesias de Europa comenzó en el siglo IV.

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En aquella época, las reliquias se encontraban generalmente en Palestina y se difundían en los círculos cristianos. Pero fue en el siglo XVI cuando se recuperaron esqueletos de las catacumbas romanas.

Restaurados lo mejor posible y decorados con telas y piedras preciosas, estos supuestos cuerpos sagrados eran considerados objetos de culto.

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Con el redescubrimiento de la catacumba romana de los Giordani en 1578, una de las más grandes descubiertas en la época, se produjo un auténtico boom en la preparación y el transporte de los cuerpos sagrados. Los huesos se sacaban a la superficie, se volvían a ensamblar (a veces incluso utilizando partes de diferentes cuerpos, como en el curioso caso del Santo Ovidio que llegó a la plaza Vendôme de París, con dos pies izquierdos) y se enjoyaban.

Este fenómeno ha dado lugar a que proliferen varios corpisantari y tombaroli, creando un verdadero negocio. También hay que recordar que en aquella época la Iglesia católica vivía un periodo de profunda crisis.

En 1500 nacieron todos los movimientos de protesta contra la corrupción y el lujo desenfrenado del clero. En Alemania, Martín Lutero ganó mucho apoyo y dio vida al protestantismo. Calvino de Ginebra asestó un duro golpe a la Iglesia de Roma. Por no hablar del rey Enrique VIII de Inglaterra que, por razones políticas más que religiosas, rompió relaciones con el Papa y dio origen a la Iglesia anglicana. En un esfuerzo general por recuperar a los fieles a la causa romana, varios papas favorecieron el traslado de los cuerpos santos a los centros donde se pensaba que había mayor necesidad de incentivos a la fe romana.

En cuanto al reconocimiento de los mártires, se aplicaron técnicas bastante particulares, ya que en las tumbas de los primeros cristianos, como cabría pensar, no todos murieron en defensa de su fe. Algunos simplemente murieron de forma natural. ¿Cómo distinguir entonces los cuerpos de los simples cristianos de los santos mártires?

Una comisión pontificia estableció unos cánones para distinguir a los mártires de los demás cristianos. Por ejemplo, la presencia de ciertos símbolos como la palma, la paloma, el monograma de Cristo o una jarra de bálsamo que presumiblemente debía contener la sangre del difunto. Se habla de que los propios papas se meten bajo tierra para evaluar qué esqueletos, qué huesos mostraban signos de muerte violenta. Parece que incluso había oraciones muy secretas, para los casos más inciertos, que les permitían hablar con los muertos. El último en intentarlo fue el Papa Gregorio XVI que en 1836, intrigado por estas historias, estudió el ritual y lo puso en práctica.

La extracción de cadáveres continuó y floreció durante los siglos XVII, XVIII y XIX. Para frenar el fenómeno en algún momento se decidió cerrar los túneles y limitar el tráfico de reliquias. En realidad las patentes, es decir los permisos para extraer los cuerpos, se concedían con cierta facilidad.

A mediados del siglo XIX cesó la extracción y la Congregación de Ritos, órgano de la Curia ahora suprimido, aconsejó el cese del culto a los cuerpos santos e invitó a volver a las reliquias reales.

Incluso hoy en día, la veneración de los cuerpos sagrados sigue viva en muchos lugares. Los preciosos cuerpos sagrados (tanto por los que les atribuyen un significado religioso como por el lujo de los ornamentos que llevan) todavía se pueden admirar en vitrinas que se conservan en algunas iglesias, sobre todo en Alemania e incluso en la diócesis de Milán.

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Sandra Prieto

Comunicadora Social y Periodista. Editora - redactora.

Etiquetas: Historiamisterio

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