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La formación de las clases privilegiadas

Las deficiencias en la educación pública son frecuentemente citadas por los grupos económicos privilegiados como un gran obstáculo para el avance económico y la justicia social. Sin embargo, se puede percibir otro hecho preocupante que les afecta directamente y que también tiene un impacto en nuestro futuro, aunque en menor medida: la inclinación a limitar la educación de sus hijos a las finanzas y la gestión.

Hasta hace algunas décadas, entre los hijos de familias adineradas había quienes se decantaban por el mundo empresarial, pero también había muchos que se convertían en médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, e incluso algunos estudiaban filosofía y literatura. Actualmente, vemos que la gran mayoría opta por negocios, o al considerar otras carreras se hace con la intención de complementar su grado con un MBA que les permita entrar también en el mundo de la gestión financiera.

En este mismo tiempo, hemos visto un aumento en el número de colegios y universidades privadas, que debido a su alto costo sólo están al alcance de un pequeño grupo de familias. Esta nueva realidad favorece que los jóvenes de clases privilegiadas, que desde su nacimiento se han movido en círculos exclusivos, no tengan contacto con la mayoría de sus compatriotas. Sin esa conexión y la empatía que se deriva de ella, es imposible comprender al otro.

Las escuelas de negocios, que se han convertido en el máximo exponente del conocimiento, lideran este auge de universidades privadas. Sin embargo, a pesar de su innegable utilidad, deben volver a su papel como complemento a otras materias de mayor enfoque académico. Además, el creciente enfoque de las escuelas de negocios en la formación práctica y su fallo en exponer al estudiante a la complejidad del mundo y la condición humana se convierten en una debilidad si aspiramos a que las clases privilegiadas asuman su responsabilidad de liderazgo en una sociedad abierta.

Este fenómeno puede ejemplificarse con la creciente relevancia dada a la enseñanza de prácticas de responsabilidad social. Estos instrumentos, aunque valiosos, no sustituyen una educación que brinde a los estudiantes, en una fase crucial de su desarrollo personal y profesional, un conocimiento más amplio y la oportunidad de compartir en el aula con aquellos de diferentes entornos sociales. En el actual contexto, todo esto cobra aún más importancia. A pesar de la falta de protestas en las calles, muchos ciudadanos expresan su indignación por una economía excluyente con su voto. Si no se toman medidas, esta economía seguirá desatendiendo a los más vulnerables, incluso en su educación. Las élites controlan las principales empresas y, aún más importante, influyen considerablemente en las ideas predominantes. Si pretendemos mantener el sistema capitalista, estas ideas tendrán que adaptarse a la situación actual. Sin embargo, la educación de nuestras futuras élites no parece estar dispuesta a hacer este cambio.

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