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National Geographic desempolva su archivo oculto

¿Recuerdan al Fantasma de la Ópera que habitaba en París? En Washington (EE.
UU.
) cuentan con una figura menos vengativa y celosa pero igualmente solitaria que custodia un tesoro tremendamente valioso: Más de diez millones de imágenes que componen un retrato único del siglo XX.

Este fantasma –que no es tal- se llama William C.

Bonner y es, realmente, el conservador del archivo de National Geographic, la sociedad sin ánimo de lucro fundada en 1888 con el objetivo de explorar el planeta, su fauna y habitantes.

La otra meta de la sociedad está relacionada con la difusión de esa labor de exploración y tomó forma, sobre todo, en la archiconocida revista de bordes amarillos que comenzó a editarse allá por 1960.
Más tarde, llegaron los documentales.
No hay espectador de la sobremesa de La 2 de TVE que no haya tarareado esa sintonía tan pegadiza.
Pero National Geographic es también apoyo a proyectos de investigación y expediciones que alimenten esos soportes, ya sea la exploración submarina de Jacques Cousteau, el descubrimiento de las cascadas de Tsangpo Gorge (Tíbet), los estudios sobre simios de Jane Goodall o los de Robert Ballard en torno a los restos del Titanic.

Pero volvamos a William C.
Bonner, que lejos de explorar tierras lejanas, desarrolla su labor desde hace casi treinta años en solitario y en un búnker subterráneo situado bajo el asfalto de las calles del noroeste de Washington.
Un lugar sin luz natural, sin ruidos del exterior, sin visitas, con un clima controlado para favorecer la conservación.
Pero Bonner, en lugar de susurrar “Mi tesoooro” como Gollum en El Señor de los Anillos, lamenta profundamente ser “el único que ha disfrutado con la visión de muchas de estas imágenes”.
Pero eso va a cambiar, al menos para ciento cincuenta de esas fotografías, que han tomado el puente aéreo camino de la Gran Manzana para ser exhibidas en la galería Steven Kasher a partir del próximo 17 de septiembre.
¿Y por qué esta galería y no otra? Su especialización en fotoperiodismo desequilibró la balanza.
Así lo explica Maura Mulvihill, vicepresidenta de National Geographic, que subraya como “hasta hace pocos años el fotoperiodismo no ha sido reconocido en el mercado del arte como disciplina de pleno derecho”.
Son sólo la punta del iceberg de los millones que componen el archivo de la institución pero constituyen, en palabras de Mulvihill, “un retrato colectivo de una sociedad intrépida”.
Y tan intrépida: Las imágenes -muchas de las cuales nunca fueron publicadas en la revista- muestran la expedición que descubrió el Machu Picchu (Perú), a Robert F.
Scott camino de Polo Sur en 1911, fotos inéditas de la provincia china de Gansu tomadas por un botánico o las primeras imágenes de la vida silvestre nocturna.
No faltan los estudios etnográficos, como los retratos de la población de Sicilia o los mineros de Virginia Occidental.
Suma y sigue: Las primeras imágenes de las Cavernas de Carlsbad en Nueva México, las tomadas por un aventurero australiano en Nueva Guinea o de los experimentos de vuelo llevados a cabo en 1907 por Alexander Graham Bell, que fue uno de los fundadores de National Geographic.
De la frontera entre Congo y Uganda hasta el delta del Mississippi, del Amazonas al Tíbet, donde un niño de cuatro años, hijo de un granjero, fue reconocido como la reencarnación del Dalai Lama en 1928.
Algunas de las fotografías se pondrán a la venta pero temo que sus precios sólo estarán al alcance de instituciones o particulares con un bolsillo abultado.
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