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Australia quiere acabar a tiros con más de 650.000 camellos salvajes

¿Te apetece una hamburguesa de camello del desierto matado a tiros desde un helicóptero? No, no es broma.
Australia se está cubriendo de gloria con su intención de acabar a tiros con nada más ni nada menos que 650.
000 camellos, y después comercializar su carne.

La decisión del gobierno australiano es consecuencia de que estos sedientos animales están invadiendo hogares y destrozando sus cuartos de baño en búsqueda de agua.

El pragmatismo tan brutal que se gastan por aquellos lares tiene completamente escandalizada a esta humilde blogger, he de confesarlo.

Y no porque no conozca el percal, pues sus primos ingleses ya me tienen advertida con el cisne negro o la ardilla gris.
Es sobre todo porque no entiendo la doble moral de este pueblo.
Y si no, que alguien me explique por qué tanto apego cuando introdujeron a estos jorobados animales para la carga de mercancías y la exploración del desierto (allá por el año 1840), y ahora que les joroban aplican la política de la no política, oséase, el crudo pistoletazo.

La cosa viene de lejos.
Por lo visto, acabar con los problemas a golpe de pistola parece ser una especialidad australiana cuando se trata de camellos.
Ya lo hicieron en el año 2005: miles de camellos fueron aniquilados a manos de francotiradores, que los abatió desde unos helicópteros.
¿Que qué delito cometieron? Además del simple hecho de existir y habérseles ocurrido sobrevivir en el nuevo hábitat en el que los introdujeron, estos animales -conocidos como barcos del desierto- son acusados de sembrar la destrucción y la desolación a su paso.
La decisión del gobierno australiano -que parece desconocer conceptos fundamentales como responsabilidad, proteccionismo animal o políticas de control poblacional compatibles con la vida-, es consecuencia del alarmismo que provoca su destrucción de vegetaciones y su invasión de hogares, cuartos de baño y tuberías del agua.
Actualmente existen alrededor de un millón de camellos deambulando por diferentes zonas del país.
¿Os cuento ahora una de conejos que también ilustra cómo funcionan los australianos? Pues bien, sé de buena tinta que todos los conejos australianos, sin excepción, envidian al resuelto gazapo de Alicia en el país de las maravillas.
Dicen, y no sin razón, que prefieren ir con prisas y vivir en un divertido mundo sin pies ni cabeza antes que soportar la absurda vida que les aguarda en este país.
Eso o ser una tierna mascota, esto siempre como segunda opción.
Sí, ser conejo en tierras australianas es sinónimo de temblar.
Y no exagero.
Los conejos representaron el mismo problema que los camellos de exceso de población, y les llevan la delantera en sufrir agresivas medidas de control.
Entre otros inventos exterminadores, se colocó una alambrada de 11.
000 kilómetros a través de todo el país, se introdujo el zorro rojo y se exportó 160 millones de conejos congelados y 700 millones de sus pieles.
Pero todas las medidas para eliminar el conejo resultaron inútiles, hasta que en 1950 los científicos (¿ciencia?) comenzaron a inyectarles el virus mixoma.
Los pobres mosquitos se encargaron de transmitir la enfermedad, hasta que, para 1951, la propagación del mixoma alcanzó su punto máximo.
Hermoso, lindo.
Tan inocente como un conejito.
Así de bello puede llegar a ser el ser humano.
Vía

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