Emma Thompson es una mujer de armas tomar pese a que nos tiene acostumbrados a unas actuaciones un tanto aburridas.
Aunque en cada una de sus películas la hemos vista soltar la lagrimilla, lo que a ella le va es la acción y hacer cosas como esta: comprar una parcela cerca del aeropuerto de Heathrow y así impedir sus expansión.
Thompson, junto a varios grupos ecologistas, compraron el martes pasado una parcela de terreno situada justo donde debe ir la nueva pista del aeropuerto británico.
La cosa tiene su guasa porque el gobierno británico acababa de autorizar la operación y, aunque pueden obligar a vender los terrenos, esas operaciones tardan años en completarse.
La verdad, no entiendo como el gobierno de Gordon Brown no la vio venir con todos los precedentes que han habido.
A parte, los ecologistas no se lo van a poner fácil.
Greenpeace (uno de los grupos implicados) se ha puesto a dividir la parcela en trozos y ha iniciado una campaña para su venta.
Según leo en la página web de ‘El Periódico’, el primer día se recibieron cerca de 5000 peticiones.
Imagínense cuanto tiempo tardará la administración inglesa si tiene que empapelar a todas esas personas para sacar adelante el proyecto del aeropuerto.
¿Se lo imaginan? Pues, ahora, recuerden que eso sólo fue el primer día.
Las principales quejas de los ecologistas pasan por el impacto medio ambiental que generará la tercera pista en una zona con amplio espacio verde.
También, en un aspecto más social, se defiende a algunas poblaciones que se verían condenadas a desaparecer para dar paso a las nuevas instalaciones.
El tema es tan controvertido que hasta los propios laboristas no las tienen todas consigo.
Tal vez sólo sea porque ven que se les acaba el contrato en el número 10 de Downing street o, tal vez, realmente tengan algo de ética ecologista, pero lo cierto es que cerca de 50 diputados dudan sobre la conveniencia de la instalación.
A nuestros amigos ingleses, mejor les iría si tomaran como ejemplo lo que hacen sus vecinos galos.
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