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En los últimos años hemos vuelto a hablar sobre el uso del cannabis con fines terapéuticos, ya que el cáñamo se usaba hace miles de años en muchas culturas de todo el mundo.
Se utiliza para el tratamiento de las náuseas tras la quimioterapia y las náuseas en general, para el sida, la espasticidad muscular y contra los tumores .
El cannabis se puede administrar mediante vaporización o combustión de inflorescencias secas, extractos de varios tipos o en cápsulas.
También sabemos que un niño que incluso padecía dos cánceres al mismo tiempo y con pocas semanas de vida, se recuperó tras administrarse cannabis con un vaporizador.
La historia de Deryn Blackwell, un paciente de cáncer de 13 años, tiene una historia que desconcertará a muchos, pero también es milagrosa. Se remonta a 2010: el niño padecía leucemia y sarcoidosis, otro tipo de cáncer, de los que solo se conocen 5 casos en el mundo; prácticamente padecía dos tumores.
Los padres, pensando que no tenían nada que perder, intentaron curarlo dándole cannabis, después de escuchar a algunos médicos que decían a veces aliviaba el dolor. Bueno, la marihuana no solo tuvo el efecto deseado, sino que Deryn incluso se curó Sin embargo, los médicos habían llegado para llevarlo a la sala de enfermos terminales.
Deryn fue una auténtica prueba: su madre, Callie, le dijo a los medios de comunicación que él, cuya conmovedora historia incluso llevó a algunos VIP a visitarlo, estaba tan enfermo que sus dedos se habían hinchado; estaba loco de dolor, hasta el punto de pedirle a su madre que le cortara las manos.
En cierto momento, los médicos ya no sabían qué hacer, pero los padres no podían quedarse indefensos. Tras conocer que el cannabis tiene propiedades calmantes, y aunque había pocos estudios, el padre se puso en contacto con un traficante.
Fue una verdadera apuesta, también porque el hombre se arriesgaba a 5 años de prisión, pero por la vida de Deryn valía la pena intentarlo. El cannabis se lo dio su madre con un vaporizador para evitar daños, y poco a poco el niño de 13 años, a quien le habían dado solo dos semanas de vida, después del último trasplante de médula ósea fallido 70 días antes; mientras que para el siguiente, otros 50 tendrían que esperar: comenzó a recuperarse, a hablar con normalidad y luego se recuperó por completo.
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