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Por qué es mejor tener una hermana: las razones

¿Una hermana? Quien la tiene se queja. Hay ventajas que deben ser consideradas. Aquí tienes cinco razones.

razones por qué

Si bien existen momentos en los que probablemente la odiaste, tu hermana sigue siendo esa compañera inseparable, la máxima confidente y tu mejor amiga.

Por qué una hermana es mejor

La conoces muy bien y sabes que siempre puedes confiar en ella.

La buena suerte de tener una hermana sigue siendo un privilegio incomparable. Y no importa cuántas veces hayan discutido o no se hayan hablado. Si creciste con una hermana es muy probable que hayas vivido al menos uno de estos 5 preciosos momentos.

1. Tienes con quien discutir

Aunque es posible que sus peleas, incluidas las secuelas, nunca hayan durado más de medio día, siempre hay una víctima a la que golpear o insultar con amor (siempre con amor).

2. Habéis desarrollado poderes telepáticos entre vosotros.

Si puedes recitar la tabla de multiplicar del 9 con solo los movimientos de tus cejas y las expresiones de tu rostro… ella lo entenderá.

3. Te presta tu ropa

Es maravilloso tener a alguien que usa la misma talla que tú y tal vez incluso se ve igual que tú. ¿La razón? Duplica tu guardarropa. Esto es lo que hace una hermana.

4. Puedes tener conversaciones sin tabúes

Una hermana siempre (o casi siempre) sabe qué decir, e incluso si la conversación entra en detalles bastante íntimos y personales. Siempre tendrás una opinión honesta y sincera sobre nosotros o al menos con suerte.

5. Cuida tu espalda

Quizás incluso puedan ser peores que las mamás. Conocen nuestros escondites y también los usan. Precisamente para esto, sin embargo, podemos contar con ellos. Y saber que nos entienden.

En detalle del informe…

La rivalidad es un aspecto perfectamente normal de la infancia. Y los hermanos representan los primeros adversarios que encontramos y con los que nos enfrentamos. Con ellos entramos en una especie de competencia para obtener el respeto del padre y el amor de la madre. Pero es gracias a la competitividad que crecemos.

La historia lo enseña. Desde la competencia bíblica de Caín y Abel hasta la competencia shakesperiana entre las hijas del rey Lear, hasta los contrastes que surgen en algunos casos clínicos de Freud. Pero hay una distinción entre lucha y rivalidad, entre hermanos.

La lucha es la degeneración de las relaciones como resultado de los choques de personalidad o el odio. La rivalidad, por otro lado, es un grado normal de desacuerdo y competencia. Entre los hombres, se centra en aspectos como la estima del padre, la destreza deportiva, el dinero o el éxito. Entre las mujeres, sin embargo, tiene que ver con el cariño y la belleza. Y si los hombres intentan compensarlo con acciones, las mujeres lo hacen con palabras.

La competencia ayuda a crecer, ayuda a moldear la propia individualidad. En el pasado, con familias más numerosas, también había más planes de batalla. Hoy, con familias más estrechas y más expectantes, hay más hijos únicos y las heridas narcisistas duelen más.

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