En su mensaje institucional de este año, Naciones Unidas quiere que el Día Internacional de la Madre Tierra sea un reconocimiento de que el planeta y sus ecosistemas proporcionan a sus habitantes vida y sustento.
Es una responsabilidad colectiva, tal y como señala la Declaración de Río de 1992, promover la armonía con la naturaleza para alcanzar un equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras de la humanidad.
En diciembre de 2012 Naciones Unidas aprobó la resolución 67/214 en la que se pide al presidente de la Asamblea General que promueva un diálogo interactivo para avanzar en las discusiones sobre un enfoques económicos en el contexto del desarrollo sostenible y una relación más ética entre la humanidad y el medio ambiente.
Hasta ahora esta resolución, como otras, no ha sido más que una declaración de intenciones.
Cada año se celebran reuniones internacionales vinculadas con la protección del medio ambiente, como las Conferencias de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP), en las que los intereses económicos de los países interfieren en la toma de decisiones significativas para disminuir el impacto negativo que la actividad humana tiene sobre el planeta.
Quizá sea un buen momento para recuperar de los archivos Primavera Silenciosa, el libro que Rachel Carson escribió en 1962, considerado la primera obra de divulgación sobre el medio ambiente y su conservación.
Este libro fue un precedente del primer Día la Tierra, que se celebró en Estados Unidos en 1970 a partir de una iniciativa del entonces senador Gaylord Nelson.
Su impacto en este país fue trascendental, pues dio pie a la creación de la Agencia de Protección Medioambiental.
En 1990 el Día de la Tierra se celebró por primera vez globalmente.
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