La justicia ha dictaminado a favor de un empleado del consulado marroquí en Canarias, reconociendo el acoso laboral y el trato degradante que sufrió en el ejercicio de sus funciones.

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En un reciente fallo judicial, el consulado de Marruecos en Canarias ha sido condenado a pagar una indemnización de 20,000 euros a un empleado que sufrió acoso laboral y un trato denigrante por parte de su cónsul, Fatiha El Kamouri.
Este caso resalta la problemática del abuso de poder en el ámbito laboral, donde un ambiente hostil puede tener graves repercusiones en la salud mental de los trabajadores.
El relato de Mohamed, un nombre ficticio para proteger su identidad, muestra el descenso a un infierno personal tras la llegada de El Kamouri al consulado en septiembre de 2025.
Su vida laboral, que antes se centraba en tareas administrativas y de apoyo a la comunidad marroquí, se transformó en una agonía diaria marcada por la humillación y el miedo.
Un ambiente de trabajo hostil
Según la sentencia del Juzgado de lo Social 9 de Las Palmas de Gran Canaria, el comportamiento de la cónsul fue desde el inicio hostil y prepotente. La cónsul tomó decisiones unilaterales que afectaron negativamente a Mohamed, quien había sido parte del equipo consular desde 2008. En lugar de realizar sus tareas habituales, fue degradado a un rol de chófer personal, lo que le obligaba a estar a su disposición en todo momento.
La sentencia indica que El Kamouri no solo limitó sus funciones laborales, sino que también impidió cualquier tipo de interacción social con sus compañeros, obligándolo a esperar en su vehículo hasta que ella lo necesitara. Esta dinámica creó un ambiente de trabajo en el que el miedo y la ansiedad se convirtieron en compañeros constantes del trabajador.
Maltrato sistemático y consecuencias psicológicas
El tribunal también documentó el trato denigrante que recibió Mohamed, caracterizado por gritos, amenazas de despido y un continuo clima de angustia. Este tipo de acoso psicológico es especialmente dañino y puede llevar a problemas de salud mental severos, como lo demostró el caso de Mohamed, quien tuvo que recurrir a antidepresivos y ansiolíticos debido a la presión constante.
La cónsul no mostró consideración alguna por la salud de su empleado, incluso desestimando sus condiciones médicas y exigiendo que, a pesar de su tratamiento, continuara realizando tareas que podrían poner en peligro su bienestar. Este tipo de comportamiento se asemeja más a un sistema de esclavitud moderna que a un entorno laboral saludable.
Acciones legales y el camino hacia la justicia
Ante la continua situación de acoso, Mohamed decidió llevar su caso a los tribunales. La sentencia no solo le otorgó una indemnización, sino que también obligó al consulado a cesar cualquier forma de acoso laboral. La cónsul fue condenada no solo por el trato que infligió a Mohamed, sino también por haber ignorado previas denuncias y promesas incumplidas de mejora en las condiciones laborales.
Además, el tribunal subrayó que la situación no era aislada, ya que otros empleados del consulado también habían sufrido bajo la misma gestión. Cuatro de los seis agentes locales estaban de baja médica por causas similares, lo que pone de relieve un patrón de comportamiento abusivo que afecta a múltiples trabajadores.
El impacto del acoso laboral en la salud mental
El diagnóstico de Mohamed, que incluye trastorno de estrés postraumático complejo, revela las profundas consecuencias del acoso sufrido. Su situación se caracteriza por la reexperimentación de eventos traumáticos, evitación de lugares y personas que le recuerden su experiencia, así como alteraciones del estado de ánimo.
El tribunal enfatiza la necesidad de un tratamiento adecuado para prevenir que estos síntomas se cronifiquen. Este caso pone de relieve la importancia de abordar el acoso laboral no solo desde una perspectiva legal, sino también desde un enfoque de salud pública, dado el impacto que tiene en la vida de las personas.
El relato de Mohamed, un nombre ficticio para proteger su identidad, muestra el descenso a un infierno personal tras la llegada de El Kamouri al consulado en septiembre de 2025. Su vida laboral, que antes se centraba en tareas administrativas y de apoyo a la comunidad marroquí, se transformó en una agonía diaria marcada por la humillación y el miedo.0




