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Crítica: Scott Pilgrim, perfecta adaptación sin alma

En Julio de este año, Scott Pilgrim finalizó su andadura comiquera después de seis años repletos de ex novios malignos, referencias a videojuegos y épicas peleas canadienses.
Poco después, en Agosto, la película se estrenó en cines, aún con el hype en todo lo alto.

Así es como debería haber sido en todo el mundo… excepto en España por supuesto.
Inexplicablemente, Universal decidió que aquí no queríamos ver Scott Pilgrim en cines hasta Diciembre, por lo que pospuso su estreno cuatro meses.
¿Alguien creía en serio que íbamos a pasar por alto tal afrenta?Y es que Universal ha tenido la mala suerte de que la edición en DVD y Blu-Ray de Scott Pilgrim, que ya ha aparecido al otro lado del charco, tenga subtítulos en castellano, por lo que cualquier estrategia de marketing que saquen en España, como estrenar el filme finalmente en Noviembre, va a ser ineficaz: Se merecen un castigo por tratar tan mal a una de las películas más esperadas del año.

Efectivamente, no somos pocos los que ya la hemos visto sin esperar a una difusión española el día 12.
Difusión que, por cierto, parece que se realizará sin copias en versión original.
Por si necesitáramos otra razón para no ir a verla al cine.
Mucho se habló en su día sobre Scott Pilgrim, y no era para menos: Los personajes parecían fielmente calcados del cómic, los anuncios y tráilers nos hacían aplaudir como a macacos y su director, Edgar Wright, nos ofrecía una tremenda confianza para adaptar este mito del siglo XXI.
Se habló de viajes a Londres en grupo para ver la película, de conspiraciones y hasta se llegó a acosar por Twitter a la distribuidora.
Y ahora, una vez vista, nos asaltan las dudas: ¿Merece tantísimo la pena Scott Pilgrim? Pues depende: Sí y no.
Por un lado, Scott Pilgrim es lo que todo fan del cómic de Bryan Lee O’Malley quería ver en la gran pantalla: Los personajes están perfectamente caracterizados (con la excepción quizá del propio Scott, interpretado por un algo menos odioso de lo habitual Michael Cera), las escenas de lucha son tan adrenalíticas como en el propio tebeo y los diálogos están sacados punto por punto de las páginas originales, con algún chiste de producción propia que encaja bastante bien.
Los efectos especiales lucen (atención a la lucha de bandas o a la bajada en monopatín de Lucas Lee), las referencias funcionan casi mejor que en el propio cómic (el logo de Universal en 8-bits sigue siendo una de las imágenes cinematográficas de este 2010) y la película no engaña a nadie ni intenta ir más allá de lo que se intentó en los cinco primeros tomos de la aventura comiquera de Scott y Ramona.
Aquí viene uno de los primeros problemas: Al ser esta una adaptación de algo que en ese momento estaba inacabado, el sexto tomo no se ve correctamente reflejado en pantalla.
Tampoco es que nos importe demasiado (probablemente sea el peor de toda la serie), ya que las claves están ahí (Gideon, el subconsciente de Scott, el nega-Scott), solo que se cuentan de manera muy diferente a la original.
Ni mejor ni peor, ojo: Simplemente diferente.
Tristemente, y aunque la película parece encaminarse hacia una decisión final diferente a la del material original (y más satisfactoria, por cierto), al final Edgar Wright parece tomar una decisión in extremis, dejando a la película algo coja.
Una pena.
Tampoco es que la película sea perfecta hasta ese punto, ni mucho menos.
Scott Pilgrim se hace repetitiva, por mucho que uno sea fan de los tebeos originales.
Su esquema “Scott conoce a alguien nuevo-Ese alguien nuevo es un ex de Ramona-Luchan” se repite hasta en seis ocasiones, siendo algunas luchas algo innecesarias y tediosas, a pesar de ser calcos de lo que ocurría en las páginas originales.
Además de las luchas (en las que destacan las de Matthew Patel, Lucas Lee y Todd Ingram), el filme también tiene un fallo básico: Los personajes.
Y es que Scott Pilgrim, más allá del propio Scott y su genial compañero de piso, Wallace Wells, no tiene personajes, sino estereotipos andantes que sirven más o menos para contar una historia.
Ni Knives Chau tiene la profundidad del cómic, siendo aquí una simple maniaca vengativa, ni se entiende la obsesión por Ramona Flowers, que aquí es una impresionante soseras.
Por no hablar de personajes más secundarios como la genial Kim Pine o Young Neil, que aquí son meros comparsas de la historia cuando en su versión original tenían algunas de las mejores subtramas.
Lo dicho: La dirección de Scott Pilgrim es perfecta, y Edgar Wright parece haber acertado en todas las decisiones estilísticas que toma, los actores realizan sus papeles de forma más que correcta y el guión hace lo que puede para contar toda la historia sin enfadar a los fans durante dos horas.
El problema de Scott Pilgrim es que tiene el fondo, pero no la forma: Le falta chicha, le falta humor, le faltan historias secundarias importantes y ese toque que ha convertido a la serie en todo un referente generacional.
Quizá sin haberse leído el cómic la cosa se disfrute más, eso sí.
Scott Pilgrim es una película recomendable, pero ni es la mejor del año, ni será recordada en momentos venideros.
Eso sí, siempre la tendremos en nuestra memoria como aquella película que tanto luchamos por ver.
Tanto como Scott con los siete malvados ex-novios de Ramona.
Más o menos.
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