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Crítica: Salt, espías sin guión

“¿Quién es Salt?” inquieren las paredes del cine, los tráilers, los spots, las revistas, los gigantescos posters en medio de la plaza del Sol en Madrid y hasta las etiquetas del champú.
Mi contrapregunta después de ver la película es “¿A quién demonios le importa quién es Salt?”.

No solo la pregunta es incorrecta (debería ser más bien un “¿De qué lado está Salt?”), sino que el desarrollo da tantos giros innecesarios, absurdos e inútiles que uno termina preguntándose si el filme lo ha escrito un guionista o un conductor borracho pegando volantazos.

Y es que Salt vive de los giros argumentales y los golpes de efecto… aunque muchas veces no sepamos ni cómo tomárnoslos en serio, provocando la carcajada general en el respetable, más preocupado de ver cómo la agente interpretada por Angelina Jolie pasa desapercibida con solo tintarse el pelo que con sus sencillotas intrigas de telefilme vespertino.
Todo comienza cuando Salt, una heroína estadounidense (y ex-agente doble que trabajó contra Corea del Sur, donde fue atrapada y torturada) es acusada por un ruso que parece demente de ser una agente doble rusa reclutada desde pequeña para matar al presidente ruso en el llamado “día X”.
Día que, claro, es ese mismo domingo.
La gente del FBI, en lugar de tomarse a choteo al ruso en cuestión, prefiere retener a Salt para que rellene papeleo.
Pero Salt no quiere esperar y se escapa como puede, siendo perseguida entonces por medio ejército.
Con este endeble punto de partida (¿por qué no rellena el papeleo y se va? ¿Creía que iba a parecer más inocente largándose como se larga, entre pasillos variados?) comienza un reguero de muertos por ambos lados que desemboca en situaciones hilarantes (como sitiar Nueva York para encontrar a una persona que aún no ha hecho nada o ese final con el que se os saldrá la bebida por la nariz) y un clímax que se extiende durante los cuarenta minutos más largos de vuestra vida.
Las cosas como son: Salt no aburre.
Hay explosiones, tiros y tantos momentos absurdos que es imposible no quedarse despierto para ver qué As se van a sacar de la manga en la película.
Ahora bien: ¿Merece la pena pagar dinero por verla? Un sonoro no.
Pagar por ver Salt sería como pagar por ver Kárate a Muerte en Torremolinos: Pasas un rato entretenido, pero al acabar te preguntas por qué demonios has desperdiciado una hora y media de tu vida con semejante chorrada.
En Salt, el deus ex machina está a la orden del día.
Todo pasa porque sí, se desconfía de la gente y se vuelve a confiar en ella en cuestión de segundos y lo que pasa al inicio de la película se contradice totalmente con lo que pasa en sus últimas escenas.
Cierto es que habrá quien se deje llevar por esta noria construída con tornillos oxidados, pero es de esperar que la mayoría del público salga pensando que esta es la peor película de acción protagonizada por la Jolie.
Y ojo, porque prácticamente es un género en sí mismo: Wanted, Señor y Señora Smith, Tomb Raider (y su secuela), 60 segundos… Sé lo que estáis pensando: ¿Realmente es peor Salt que Tomb Raider 2? La respuesta está en los cines, pero no queréis averiguarla.
Al menos, la secuela de Lara Croft no engañaba a nadie, pero Salt intenta ser un drama repleto de intriga y acción y se queda en una mamarrachada totalmente vacía de contenido, con el mismo interés audiovisual que un vídeo de autoescuela.
Resulta divertido meterse con Salt, pero es imposible no hacerlo.
Sus secuencias pretendidamente sexys (y totalmente innecesarias, como aquella en que Salt se quita las bragas para tapar una cámara… teniendo un exintor al lado), sus escenas de acción de risa (atención a nuestra protagonista robando una moto), su total pretenciosidad y su alarmante falta de sentido del humor hacen que esta película represente justo lo que no queremos ver en una película de verano.
En cuanto a los actores, Angelina Jolie sigue siendo tan pésima como siempre (¿Dónde queda la actriz que nos deslumbró en Inocencia Interrumpida?), Liev Schreiber sigue siendo tan sosainas como en sus últimos filmes (Lobezno, sin ir más lejos) y Chiwetel Ejiofor no puede mostrar de lo que es capaz por culpa de un personaje endeble y repleto de carencias, probablemente lo más risible de la función… y ya es decir.
Salt es una película que se queda a medias entre la supuesta modernidad de sus escenas de acción y lo añejo de su planteamiento (la Guerra Fría y los rusos como malos definitivos.
¿Bin Laden ya ha dejado de ser el mal?), promoviendo de manera no deliberada la carcajada entre el público.
Por si esto fuera poco, alguien debería decirle a Phillip Noyce (el director de esta maravilla) que cuando a un thriller le quitas la emoción y las escenas de acción bien construídas, se nos queda en una nadería.
En conclusión, Salt es una película que haríais bien en ignorar, y más en una cartelera tan cargada de buenas películas como la que hay ahora.
Angelina Jolie hace uno de los peores papeles de su vida (¡y estamos hablando de la actriz que dio vida a Lara Croft!), a lo que no ayuda un guión que debió haber sido revisado en más ocasiones, una dirección carente de ritmo y unos giros en la trama propios de un estudiante de primero de guión que quiera llamar la atención a toda costa.
Ahora solo queda esperar a su segunda parte, pero juro que solo iré a verla si la llaman como se llama en mis sueños más oscuros: Azúcart.
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