La jirafa Rothschild (Giraffa camelopardalis rothschildi) ha tenido el triste honor de engrosar la lista roja de especies en peligro de extinción.
Su situación es realmente desesperada, pues en la naturaleza quedan menos de menos de 670 ejemplares viviendo en poblaciones aisladas.
Es difícil ser jirafa sin tener un lugar donde vivir y pacer tranquilamente, y esto es justo lo que les ha pasado a estas pobres cuellilargas, han perdido su hábitat, una amplia zona del oeste de África.
Por ello, ahora se encuentran en serio peligro y, aunque quizás un poco tarde, acaba de ser declarada como especie en peligro extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En relación con los demás tipos de jirafas, la Rothschild es una de las dos especies más amenazadas de las nueve sub_especies de jirafas que existen.
Fue descubierta por el banquero y zoólogo Walter Rothschild, quien la describió por primera vez hace un par de siglos.
Los esfuerzos por salvarla de la extinción ( alrededor del 40% vive en los parques nacionales y terrenos privados en Kenia y el restante 60% en Uganda) no han evitado que la especie acabe encontrándose al borde del abismo.
Para hacernos una idea de lo crudo de la situación, hay menos jirafas Rothschild que elefantes africanos.
La evolución de la agricultura es la causa principal de la pérdida de hábitat, explican los conservacionistas.
Así, la única solución es reforzar las políticas conservacionistas y hacerlas compatibles con la economía de la zona.
El trabajo de la Fundación para la Conservación de la Jirafa va en este sentido: actualmente está reuniendo información sobre los hábitats de las jirafas y sus costumbres con el fin de poner en marcha planes de conservación.
Ojalá no sea demasiado tarde.
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