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Ingenieros británicos auguran catástrofes, y animan a actúar, por cambio climático

La británica Institution of Mechanical Engineers (IMechE) acaba de presentar un documento con el ilustrativo título de “Climate Change: Adapting to the Inevitable?” (Cambio climático: ¿adaptarse a lo inevitable?).
En él se pide a los ministros del país que empiecen a adaptar el país con vistas al largo plazo, con un paisaje devastado (o desaparecido bajo el mar) por el cambio climático, incluso que empiecen a pensar en evacuar medio Londres.

Arquitectura, infraestructuras, fuentes de energía, todo debería cambiarse para prepararse ante temperaturas y subida del nivel del mar extremas.
Hay por lo menos tres posiciones frente al cambio climático: una consiste en negarlo; otra consiste en remarcar la importancia de frenar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero; y una última da la cuestión por perdida y dice, oye, todos estos recursos, vamos a gastarlos en adaptarnos a la catástrofe que nos viene encima, que esto es inevitable.

Los ingenieros que han redactado el informe del que hablamos basculan entre las dos últimas posiciones: reduce emisiones, sí, pero sobre todo preparémonos que vendrá dura.

Voy a intentar redactar este post tan súper catastrofista como lo haría un inglés.
Con flema, coño.
Perdón, con la flema que nos distingue a los británicos, quería decir.
¿Que el Titanic se hunde? Discúlpenme ustedes, voy a por el frac.
Que la orquesta no deje de tocar, gracias.
El instituto de ingenieros recomienda a las autoridades británicas una acción seria para la planificación futura, no sólo a instancias del planeta, sino de la raza humana en general.
Incluso contando con el mayor de los compromisos por parte de todos los países del globo en el empeño de reducir emisiones, lo más probable es que necesitemos de varios siglos para estabilizar las temperaturas.
Es previsible que el nivel del mar aumente 2 metros para 2250, y 7 metros a finales de ese siglo.
No resultará difícil para el lector imaginar, ante tal tesitura, que los hijos de Inglaterra deberán dejar su sitio a los peces que, sin orientación, vagarán entre las calles londinenses aledañas al Támesis.
Por cierto, señores ministros, desechen sus pelucas y hagánse con escafandras, pues tendrán que asistir en submarino a las sesiones del Parlamento en Westminster.
Sin duda que son predicciones a largo plazo, pero no sería decoroso dejarlo todo en manos de una accidentalidad atropellada por una estúpida falta de previsión, ¿no es cierto? De alarmistas, ¿nos acusan? En absoluto, solamente pragmáticos ingenieros.
Veamos pues en qué dirección deberíamos remar, nunca mejor dicho: construcción de nuevas vías férreas en previsión de las inundaciones que las actuales sufrirán; construcción de depósitos subterráneos de agua ante la perspectiva de sequías prolongadas y de altas temperaturas que conspirarán para que se evapore la poca que tengamos; inversión en nuevas formas de energía como la fusión.
Lamentamos la cortitud de miras de nuestras autoridades, preocupadas solamente en el cortoplacismo, y que no tienen en cuenta las graves consecuencias, tampoco las posibles soluciones, a los hechos que venimos a referir.
En este sentido, ejemplares nos parecen proyectos como el Canal de Panamá, diseñado para durar 250 años para mayor gloria de la Corona.
Ante el evidente incumplimiento del Protocolo de Kyoto a nivel global, y ante la poca confianza que nos inspira la raza humana fuera de las Islas, de igual forma reclamamos el rediseño de las infraestructuras básicas británicas con la vista puesta en el futuro.
La Humanidad, y nosotros, del colegio de ingenieros, se lo agradeceríamos sobremanera.
Conscientes de la crisis de crédito que atraviesa nuestra nación, entendemos la dificultad que plantea en la actualidad una acción resuelta en este sentido.
No obstante, vémonos forzados a recalcar que cada penique gastado hoy, será un ahorro cabal para el futuro.
God Save the Queen from Climate Change.
Gracias.
Vía

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