En esta crónica semanal Fernando Rodríguez reflexiona sobre la guerra en Israel y la imposibilidad de abordar el tema desde un punto objetivo.
Crónica Semanal de Fernando Rodríguez: «Un horror del que no puedo ni quiero hablar».
Crónica Semanal de Fernando Rodríguez
Esta vez no voy a intentar evadirme, en la medida de lo posible, del horror que impide la reflexión.
Voy así a ejercer con cuidado la fuerza necesaria para que todo quede bien engarzado antes de que estalle la tercera guerra mundial. Por ahora sabemos que Hamás ha declarado la guerra a Israel e Israel la declaró a la población civil de Gaza, sintetizada en horrible revuelto con los terroristas.
Es un horror. Mañana, domingo, era cuando iba a publicar en Actualidad lo que pienso, o al menos un desahogo. Pero mañana, domingo, serán las elecciones argentinas, y otro cantar atraerá los vientos. Tengo el texto escrito ya, y por desgracia, he decido publicarlo hoy.
Call of Duty
Ha sido muy compleja esta semana encontrar noticias que reflejen como son los colores y los sonidos cuando un hospital se derrumba y mueren más de 500 personas. Es muy compleja la labor de ser el cronista de una realidad que se diluye y cambia y se evapora a cada segundo. Adjetivos que frente a la realidad de la guerra se vuelven insustanciales y frívolos. Ha sido difícil porque mis modos de absorción de historias de las que nos entretienen cada sábado estaban saturados de imágenes y testimonios del horror. Del horror en los kibutz y del de la represalia que día a día va colmando de espanto todo medio de comunicación y en particular las redes sociales.
Payasos y fuego
Lo siento, y pido perdón a mis lectores, porque deberá ser otro el periodista que os de lo que necesitáis (de esos que tienen ‘garra’ y coraje, que se infunden de las mas altas virtudes morales para así transmitirlos a sus fieles cual mesías), porque yo me siento flojo. No estoy preparado para ser espejo de la deformidad. Me asusta mirar con las gafas empañadas. Me aterra pensar que algún día, el presidente de un país, llegue a decir: “Queridos ciudadanos, matad a la otra mitad de ciudadanos”.
Como veis, no soy capaz de enlazar la ironía con la reflexión. En esta guerra no. En esta guerra la única pareja posible a cualquier acto de pensamiento es la pena. La pena. Y con ella la muerte.
