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Crítica: Saw 3D. El decepcionante final de la saga

Ha llegado un punto en que las películas de Saw parecían estar haciéndose en una fábrica, de forma industrial.
Una trampa por aquí, un giro sorpresa por allá, un poco de tripa cayendo por allí… ¡Y ya está! Es por ello que me alegro sobremanera al saber que esta séptima parte será la última de una saga tan irregular como imprescindible en toda fiesta de Halloween.

Curiosamente, la primera parte en la saga desde la tercera en que incluyen un cambio importante.
Obviamente, si hablamos de cambios y de novedades en el cine de hoy en día, solo puedo estar refiriéndome al 3D, que ahora parece imprescindible en toda película (¿para cuándo dramas intimistas iranís en 3D?) y que aquí se usa para tirarnos cosas a la cara, que veamos las tripas en primer plano y que sintamos como los cuchillos se acercan para trincharnos.

Una experiencia que, lejos de intentar tratar el 3D como una nueva forma de expresión, lo acerca más a aquellas sesiones de matineé en las que se trataba de divertir al público.
Seguramente muchos os estaréis preguntando, después de la clasificación X de la anterior película de la saga, si esta ha bajado los niveles de hemoglobina, ya que el ministerio ha decidido no censurarla.
La respuesta, la que imagináis: La sangre, los cortes, las tripas y los intestinos siguen estando en la película, y además en esta ocasión con un 3D que hará que los muy influenciables quieran salir corriendo de la sala.
¿Que por qué esta no es X y Saw VI lo fue? Misterios de la vida.
Bobby Dagen es un gurú que sobrevivió a una prueba de Jigsaw y desde entonces trata a los supervivientes, saca libros y se ha convertido en toda una estrella.
Pero claro, no es oro todo lo que reluce y poco a poco descubrimos que hay partes muy oscuras en su historia.
John Kramer lo sabía y ahora Mark Hoffman está dispuesto a terminar el legado de Jigsaw mientras Jill trata de impedírselo.
Intentar entender Saw VII sin haber visto los filmes anteriores es como tratar de comprender el último episodio de Lost si nunca habéis visto nada de la serie.
Como podéis imaginar, la película está repleta de flashbacks a las partes anteriores (para ir recordando las partes de la trama que podamos haber olvidado) e intentará sorprendernos, aunque no lo consiga.
Es inegable que esta séptima parte funciona en piloto automático y los giros y novedades tan propios de la saga aquí brillan por su ausencia, desembocando en una supuesta sorpresa final que resulta puramente absurda, por mucho que sirva para cerrar Saw de una vez por todas.
O no.
Y es que el final de Saw 3D, con un par de retoques, podría dar lugar sin problemas a Saw VIII, algo que se confirmó.
Pero viendo los datos de taquilla, todos sabemos que las palabras se las lleva el viento.
De momento, Saw VII funciona como parche para terminar al fin con las películas, que daban muestras de obvio agotamiento.
Solo hay que mirar las trampas de esta séptima parte, que, aunque tienen su gracia, no son más crueles o imaginativas que las de películas anteriores.
Falta algo en este nuevo Saw, y hasta los creadores lo saben.
¿Hace falta decir algo más sobre este nuevo Saw? Entretiene, gustará a los incondicionales de la saga y horrorizará a los que aborrecen el cine gore.
Con la salvedad del 3D y de los macguffins argumentales, podría cogerse cualquier crítica de la quinta o sexta parte y hacerla pasar por una de la séptima.
Uno esperaba un final más digno a una saga que comenzó maravillándonos a todos y que poco a poco ha caído en la comodidad de hacer siempre la misma película.
Pese a todo, se trata de un film divertido, ideal para los locos por el gore y los que les gusta que el 3D les tire cosas a la cara.
Los demás probablemente lo pasen mal con una película que, para qué vamos a negarlo, deja mucho que desear a todos los niveles.
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