Es un hecho: el público literario y audiovisual europeo adora los best seller.
Afirmaciones como estan explican el abrumador éxito en nuestro país de propuestas como El código Da Vinci o la saga Millenium, con éxitos relativos mucho mayores en el viejo continente que en Norteamericana.
No sería extraño, por tanto, que La llave de Sarah se convierta en todo un éxito cuando se estrene en nuestro país el próximo 30 de diciembre.
La inglesa Kristin Scott Thomas, cada vez más elegante y mejor actriz, es la gran protagonista de esta adaptación de la novela de Tatiana de Rosnay en un papel que le permite demostrar, una vez más, su extraordinario nivel de francés: casi veintiaños residiendo en el país vecino tienen la culpa.
En mayo de 2002, a Julia Jarmond, periodista americana afincada en París desde hace veinte años, le encargan el artículo relacionado con el sexagésimo aniversario de la redada contra los judíos.
Julia, casada con Bertrand Tézac, con el que tiene una hija de once años, Zoë, irá descubriendo poco a poco los acontecimientos del fatídico año 1942 y, curiosamente, la historia de Sarah, que increíblemente estaba relacionada con su familia política, los Tézac.
Tras este descubrimiento, no descansará hasta conocer el destino de la joven Sarah y su relación con la familia de su marido (Sinopsis Oficial).
La película, elegida para cerrar fuera de competicián la Sección Oficial del último Festival de San Sebastián, es un doloroso pero llevadero recorrido por la memoria histórica más oscura y siniestra de Francia: su temporal relación de colaborismo con los nazis en los años cuarenta.
Dirigida y coescrita por Gilles Paquet-Brenner, La llave de Sarah es un efectivo drama con toques de intriga contado a dos tiempos con un tono comercial pero sin concesiones al espectador: todo un acierto.
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