Aún no se ha estrenado en la gran parte del mundo pero Morning Glory ha fracaso en sus propósitos de repetir el éxito de El diablo viste de Prada, con la que comparte tono, intenciones y hasta guionista.
Las excusas para el fracaso son múltiples: que si Rachel McAdams no es suficiente estrella para llevar espectadores por sí sola a las salas, que si Harrison Ford está acabado más allá de las aventuras de Indiana Jones, que si el público ya no está interesado en las comedias adultas y más o menos inteligentes… Sea cual sea la razón, 30 millones de dólares se antojan como una cantidad demasiado pequeña para una película para la que se esperaba un éxito bastante mayor, al menos entre el público adulto y femenino.
El veredicto español no llegará hasta el 21 de enero.
Mc Adams, que ya demostró su talento para comedia en la infravalorada Chicas Malas, da vida a una productora de televisión de informativos que tendrá que lidiar con un temperamental y carismático reportero y una veterana presentadora de televisión que se llevan fatal en su nuevo trabajo, un famoso programa matinal que no está pasando por su mejor momento.
Su alocada vida profesional y una incipiente relación con un treintañero interpretado por Patrik Wilson (Watchmen) ocuparán la mente de la protagonista durante las casi dos horas de metraje del film.
Aunque la crítica la ha acusado de ser irregular y no tener muy claro qué querer contar y cómo hacerlo, Morning Glory es una buena oportunidad para ver una comedia con un toque ochentero (a lo Armas de mujer… sólo que mucho peor) y un casting sensacional, con una Diane Keaton que intenta volver por los fueros de Cuando menos te lo esperas, la notable comedia que le llevó hace siete años merecidamente a luchar una vez más por el Oscar a la mejor actriz.
No caerá la breva esta vez.
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