Mal inicio de la cuarta etapa para los concursantes de Pekín Express.
A las 3 de la mañana, la organización les saca de sus sacos de dormir y les da sólo 2 minutos para estar dispuestos a iniciar la marcha.
A Carles y a Silvia se le pegan las sábanas y no se unen al grupo.
Una advertencia: su retraso de cuatro minutos perjudicará a todo el grupo.
Enrique y Manolo reciben su castigo por haber sido los últimos en la etapa anterior.
Deben llevar un jarrón de boda chino de 50 kg de peso que deben llevar hasta la meta intacto… Si ya debe dar coraje que le regalen a uno algo tan inútil como un jarrón de esas dimensiones, imaginaos cargar con él.
Los concursantes más carrozas se salvaron de la expulsión de la tercera etapa, pero ya sabemos que en este concurso, nada es gratuito.
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La carrera empieza con un juego: la pareja que antes complete un puzle del mapa de China conseguirá un coche para desplazarse hasta la siguiente ciudad, y podrá elegir qué otras 3 parejas llegarán en taxi y que otras 3 lo harán en un camión más lento que el caballo del malo, y descubierto.
En otras palabras, pulmonía asegurada.
Las parejas condenadas al camión deben esperar para partir a que todos hayan completado el mapa.
Los ganadores del juego son Juan y Juan Jr.
No tiene desperdicio la explicación que Carles y Silvia dan sobre la victoria de padre e hijo.
Según la pareja urbanita (bonito eufemismo para no llamarles pijos), los Juanes hacen pinta de freaks que hacen puzles… ¿y qué cara hay que tener para parecer un fanático de los puzles? Padre e hijo, sin embargo, premian a la pareja de dormilones con uno de los taxis, y también a las parejas de chicas –esta caballerosidad mal entendida saca de quicio…-.
Un último apunte para Carles: tu madre se estará preguntando para qué la educación que te han dado si a la primera de cambio llamas mongolo a un taxista que ni siquiera se puede defender porque no te entiende.
Qué bonito.
Las cosas no siempre son justas y la pareja consigue cambiar de coche y de conductor e ir avanzando.
Fotografia
