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Granjero Busca Esposa: Santi y su puente tibetano para encontrar novia

Después del programón del pasado miércoles, el Granjero Busca Esposa de hoy nos ha sabido a poco.
Hemos visto a los granjeros y a las candidatas mucho menos espontáneos.
Quizás sean los nervios, las envidias, pero hoy ha sido un programa mucho más tranquilito que el primero (y entiéndase “tranquilito” como eufemismo”.

Lo que avanzábamos de Santi la semana pasada se ha confirmado.
El chico es la reencarnación de Bécquer en el siglo XXI.
O de Yupi (el de los Mundos de Yupi, claro).
Tiene una cita, regala flores.
Llegan las chicas a la granja: regala flores.

Debiera descubrir, al menos, los bombones.
Santi, no obstante, nos ha roto los esquemas con la situación que ha preparado para conocer a sus chicas: el puente tibetano.
Una especie de tirolina con cuerda también en los pies para cruzar de lado a lado.
Con su perfil, nos esperábamos una mesa con velas a la orilla del mar o algo parecido.
Este punto de originalidad, sorprende y agrada como espectador.

Nos hemos pasado el rato esperando a ver algún traspiés graciosillo.
Pero no se entiende que uno quiera conocer mejor a unas chicas y les prepare una actividad en la que no se puede conversar.
O Santi lo tenía ya muy claro, o también se quería echar unas risas.
Al final va a resultar que Santi no es tan cándido y todo.
Menos cándidas, desde luego, son sus candidatas.
Ya entre las 5 finalistas ha habido un ambiente que se cortaba con cuchillo y tenedor.
Especialmente entre Cintia y Elisabeth.
Pero la vida es como es y al final ha sido ésta última la que se ha llevado el gato al agua.
Pues sí, el poder del tatuaje de su padre en su espalda no tiene límites.
Elisabeth acusa a sus compañeras de inmaduras.
¡Qué insolente es la juventud! Con 21 años se considera de una madurez por encima de la media (sí, sí, como esa historia de que los concursantes de Gran Hermano tienen un coeficiente intelectual por encima del medio).
De este modo, Cintia, la andaluza salerosa se queda sin la experiencia de la granja y frustrando sus deseos de poner nombre a todas las vacas de Santi.
La competencia de Elisabeth es Ivana, la nutricionista.
Una chica dulce, diferente al resto, que parece meterse en la boca del lobo.
Porque aparentemente tiene mucho en común con Santi, pero parece que al granjero le van los polos opuestos.
Le irá bien esto de la nutrición, porque nos tememos que tendrá que digerir mucho más de lo previsto.
Merece especial atención la preocupación de Santi por el choque cultural que se va producir en su hogar: sus padres hablan gallego y sus candidatas, castellano.
Santi, bienvenido al bilingüismo.
Y, tranquilo, se sobrevive.
Via

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