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6 engaños comunes en las etiquetas de alimentos

Estos son los seis engaños más comunes en las etiquetas de los alimentos, algunos consejos para descifrar su información.

Estos son los seis engaños más comunes en el etiquetado de los alimentos, algunos consejos para descifrar su información.

Estos son los seis engaños más comunes en las etiquetas de los alimentos junto con algunos consejos para descifrar su información.

Engaños en las etiquetas de alimentos

Las etiquetas de los productos pueden ser confusas y complicadas de leer.

La cantidad de información que poseen es abrumadora, los nombres de los ingredientes y aditivos con nomenclaturas enrevesadas pueden ser difíciles de descifrar para muchos consumidores. Existen varios aspectos fundamentales a la hora de desentrañar la información en una etiqueta.

Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, y autor del blog ‘Gominolas de petróleo‘, aclara:

«En todos los listados de ingredientes, estos aparecen siempre por orden de cantidad, de más a menos, de manera que si sabemos que los ingredientes que aparecen en primer lugar son los mayoritarios, ya tendremos mucha información sobre el producto que tenemos entre manos».

Lurueña recientemente publicó ‘Que no te líen con la comida‘, una guía que ayuda a los ciudadanos de a pie a comer bien y enseña a combatir la desinformación en materia de alimentación. Una parte fundamental de todo ello es el correcto entendimiento de las etiquetas de los alimentos.

Los aditivos

Dentro de las larguísimas listas de ingredientes que aparecen en las etiquetas, se encuentran también muchos nombres extraños de aditivos. Las personas descartan algunos productos por considerar que los aditivos son poco saludables o dañinos, algo que Lurueña específica que no es tan cierto en todos los casos. «No debemos tener miedo a los aditivos, ya que son seguros y se reevalúan de forma periódica. Si en algún momento hay evidencias de que su uso puede no ser seguro, se retiran del mercado o se limita su uso», asegura el científico.

Considera importante no generalizar o meter a todos los aditivos en un mismo saco, puesto que cumplen distintas funciones particulares. Lurueña afirma:

«Los aditivos tienen unas características diferentes y se usan para conseguir unas funciones concretas: conservar, aporta color, mejorar la textura, etc. Su presencia no va a hacer, en ningún caso, que un alimento sea mejor o peor. Una ensalada de bolsa, por ejemplo, aunque contenga algún aditivo para conservarla, es un alimento sano, mientras que un dónut, aunque sea casero y natural, es insano».

Beatriz Robles, tecnóloga en alimentos y divulgadora, coincide con Lurueña y agrega: «Debemos tener mucho más cuidado con los ingredientes que con los aditivos, puesto que estos últimos están testados por la Unión Europea». Insiste en que deberíamos prestar más atención en «el hecho de que en muchos casos son ultraprocesados que contienen grasas de mala calidad, azúcares y harinas refinadas, y deberíamos eliminar su consumo por completo».

«Mantener la línea»

Una de las estrategias más comunes para mantener el engaño de que un alimento ayuda a ‘mantener la línea’. Es las imágenes de deportistas o de cuerpos esveltos en los envases. Un ejemplo común de esto son los empaques de cereales para el desayuno, a lo que Lurueña enseña cómo no caer en este truco de marketing:

«Para que esto no ocurra, lo mejor es obviar esta información voluntaria, que en muchas ocasiones está destinada a despistarnos, y fijarnos únicamente en la información obligatoria, que son los listados de ingredientes. Si el azúcar figura en los primeros puestos, lo mejor es descartarlos».

El packaging

Los anuncios en el empaque pueden ser una señal de alerta. La utilización de verdades a medias como la idea de tener un ingrediente específico ‘muy beneficioso’ en la publicidad es sumamente normal. «Muchos productos que anuncian a bombo y platillo que contienen un ingrediente, a la hora de la verdad, si comprobamos el listado, lo llevan en muy poca cantidad, apenas significativa» afirma Lurueña.

Bordear la legalidad

Es más que común que las campañas publicitarias de productos utilicen trucos para bordear la legalidad.

«Que un producto que contiene vitamina B6 añadida se publicite como que ayuda a tus defensas, es algo que puede hacerse desde un punto de vista legal, ya que no deja de ser una simplificación, pero es cierta. Está demostrado que la vitamina B6, que por otra parte se encuentra de forma natural en numerosos alimentos como los boquerones, ayuda al normal funcionamiento del sistema inmunitario, pero eso no significa que no vayamos a enfermar».

Nombres confusos

Es común ver nombres de tipos de endulzantes que terminan con «osa», haciendo ver a estos como algo más saludable. La verdad, según Lurueña, es que a fin de cuentas terminan siendo cantidades altas de azúcar. La OMS plantea que lo recomendable de azúcar para consumir diario es 25g, algo muy por debajo de lo que se consume en productos de supermercado. Así mismo, afirma que «si tomamos, pongamos por caso, un yogur con frutas y azúcar, al mirar la composición nutricional no sabremos qué porcentaje de azúcar procede de la fruta y por tanto, si es saludable o qué cantidad de azúcar se ha añadido».

Aceite de palma y refinados

Otros engaños comunes pueden ser el hablar de la procedencia de las grasas en las etiquetas de los alimentos. Esto los hace ver como algo menos nocivo. Lurueña explica que sí es importante el origen de las grasas y deberían ser preferencia los aceites de oliva o aceite de colza. Algunos aceites como el de girasol, dan la idea de ser más saludables, pero Robles desmiente esto: «Tal vez tengan una mejor proporción de ácidos grasos que el aceite de palma, pero nunca tendrán las propiedades de un buen aceite de oliva, que debe ser siempre la grasa de elección».

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