Si hablamos hoy de Quentin Tarantino, pocos hay que no sepan qué decir sobre este director y su cine.
Unos (los más) será para bien y otros se pondrán de los nervios con sólo escuchar su nombre y comenzarán a maldecir porque ni les gusta ni están de acuerdo con los que pensamos que es un genio.
Es lo que tiene ser uno de los más atrevidos directores de los últimos 20 años.
Pero antes de ser quien es, el director de Malditos Bastardos, Pulp Fiction y Reservoir Dogs, era un joven cineasta que intentaba hacerse un hueco en la industria y ya tenía sus ideas y sus ganas de triunfar.
En 1987 tenía lista para su estreno My Best Friend’s Birthday, una película de apenas una hora y diez minutos, rodada en blanco y negro y que trataba de un tipo (el propio Tarantino), que quería hacer un gran regalo de cumpleaños a su colega, y al que todo le salía mal.
La chica que contrata es asaltada por sus chulos, la cocaína que compra resulta ser otra cosa y una discusión en una cafetería se convierte en una batalla por ver si Marlon Brando es mejor actor que Elvis.
Los diálogos rápidos, tan propios de sus posteriores películas, tienen ya un considerable protagonismo y podemos ver casi todos los demás tics del director y actor en esta breve pieza, que fue rescatada tras un incendio en la sala de montaje, donde se perdió la otra mitad del metraje.
Nos quedamos sin ver el final, ya que esta película sólo se ha exhibido en algún que otro festival, y no existen más copias visibles, que se sepa.
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