La etiqueta “película basadas en hechos reales” tiende a ser usada de una forma despectiva, y no siempre justamente.
No es lo mismo una historia a lo Erin Brockovich, Conviction o The blind side, que un relato como La red social.
El drama con toques de thriller Caza a la espía parece estar en el segundo grupo, afortunadamente.
El cineasta Doug Liman se pone las pilas con su nuevo proyecto después de estrellarse, más artística que comercialmente, con su anterior proyecto, Jumper.
Él es el responsable de reunir de nuevo en la pantalla a Sean Penn y Naomi Watts, extraordinarios actores que ya demostraron una gran química en los 21 gramos de Alejandro González Iñarritu.
El 17 de diciembre podremos comprobar en los cines patrios si ese feeling sigue funcionando.
La historia de Caza a la espía, la única película americana a competición en el último festival de Cannes, es ciertamente interesante.
Todo comienza cuando Valerie Plame, una oficial secreta de la División de Anti-proliferación de la CIA, dirige una investigación sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Iraq.
Después de que la Casa Blanca ignore sus conclusiones y su marido escriba un incendiario editorial en el New York Times, su vida se vendrá abajo cuando el estatus de agente secreto de Valerie es revelado por un periodista de alto nivel de Washington.
Valerie luchará hasta el final para que su vida personal y profesional no acabe por el desagüe.
Como deja claro el trailer, la película constituye una oportunidad de oro para que Naomi Watts vuelva a demostrar lo gran actriz que es en un papel estoico, luchador y muy humano que puede darle su segunda nominación al Oscar (la primera, precisamente, fue por 21 gramos).
Pocas veces va a tener un material tan bueno como el de esta película basada en el best seller escrito por la propía agente de la CIA, un libro que la propia agencia gubernamental intentó censurar sin conseguirlo.
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