Creo firmemente que Takashi Miike es uno de esos directores sobrevalorados.
No seré yo quien le quite méritos por locuras como Zebraman o la estupenda trilogía oligofrénica Dead or Alive, pero las elevadas notas (rozando la calificación de obra maestra) que se está llevando 13 Assassins alrededor del mundo son, como poco, exageradas.
Y es que parece como que queda mal mirar a esta película y decir “No es para tanto”.
Porque, francamente, no es para tanto.
Desde luego, no empieza mal, con dos escenas potentes (el asesinato del “mono” y la chica sin extremidades), pero a partir de ahí se derrumba durante un primer y segundo actos consistentes en ver la formación del equipo, primero, y su camino hacia la ciudad, segundo.
Un camino plagado de conversaciones sin rumbo, momentos muy fieles a la historia pero aburridos en perspectiva y que causan bostezos generalizados en el público.
Por suerte, y tras hora y veinte en el que cualquiera, por muy fan del director que sea, debe reconocer que sobran minutos que deberían haberse quedado en la sala de montaje, llega el momento realmente sobresaliente del filme, un ejercicio soberbio de puesta en escena y de acción loca en el asalto al pueblo para conseguir acabar con el malvado señor que aterroriza al shogunato japonés.
El problema es que no puede calificarse una película por sus adrenalíticos y soberbios últimos cuarenta minutos, y no podemos olvidar que antes de ellos hay otros ochenta de puro tedio, interesante para los aficionados al Japón antiguo pero adormilante para todos los que no terminamos de entrar en tanta conversación entre samurais, shoguns, señores, nobleza y katanas.
Para lo que terminan haciendo, realmente no hace falta conocer al grupo de asesinos hasta el punto que se llegan a conocer: Hubiera bastado con un retazo de la personalidad de cada uno.
Por supuesto, en el filme no faltan las frases épicas, los contrapicados, los momentos idos de olla y dignos de aplauso marca de la casa Miike, la crudeza y los momentos divertidos, pero, como digo, se aglutinan en su gran mayoría en un sobresaliente tercer acto que hace que nos preguntemos qué habría sido del filme con algo más de tijera al principio y un par de batallas extendidas al final.
Así probablemente estaría ahora mismo hablando de una versión sobresaliente.
Algo que, tristemente, no ha podido ser.
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