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Perdidos en la Tribu: las familias comen gusanos vivos, duermen al lado de cocodrilos y ven cómo los hombres maltratan con látigos a las mujeres

Los Segura Romero continúan con sus enormes esfuerzos por adaptarse a Perdidos en la Tribu.
En su poblado se han empeñado en que tenían que pasar la noche en mitad de la selva sobre unas maderas en las que había una fauna de insectos como para abrir un zoo y encima al ladito de la zona donde los hombres habían cazado cocodrilos.

Esta familia, que es seguramente de las más sufridas, ha aceptado la aventura, pero no han conseguido disimular la cara de asquito mientras se ponía a diluviar…Tras la experiencia y sobreviviendo a la posible pulmonía, las mujeres han ido a buscar comida.

Qué poco sospechaban que lo que iban a recolectar eran unos gusanos gigantes y babosos que debían comerse vivos.
La cosa es como para volver a España andando si es necesario, pero la madre de esta familia le ha puesto humor y ha intentado aguantarse las arcadas mientras bromeaba diciendo que “está que te cagas de bueno”.
Raquel, de los Moreno Noguera, intenta hacer su vida en la tribu más llevadera y ha intentado hacer de estilista para las indígenas, cargadas de pelos y de piojos.

Les ha depilado con papeles de cera, les ha quitado trasquilones e incluso las ha maquillado y mientras ellas se reían porque se sentían de lo más ridículas.
A esta chica, por pija que nos pareciera al principio, hay que reconocerle ganas y empeño para sobrellevar esta aventura de la mejor manera posible.
Tras la matanza a palazo limpio la semana pasada y los cambios en la ubicación para dormir, parece que esta semana esta familia ha tenido una ligera tregua con sus indígenas y ha pasado unos días sin grandes dramas.
No ha sido así para los Rovira Mezcua, que han visto hoy la principal ceremonia de su tribu etíope, en el que los hombres acaban a latigazo limpio con las mujeres, y ellas, tan contentas.
La imagen ha sido dantesca y la familia, como no podía ser de otra manera, ha alucinado al ver las tremendas heridas que quedaban a las pobres indígenas.
Cande, la matriarca, no ha podido ni cerrar la boca del asombro y de la barbarie.

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