De acuerdo con estudio académico desarrollado por el profesor Spencer Schaffner de la Universidad de Illinois, y publicado en el Journal of Sport and Social Issues, la observación de aves no es una actividad tan respetuosa con el medio ambiente después de todo.
La competencia de los observadores por encontrar el mejor lugar de avistamiento, así como la presencia de tantas personas en jardines y parques en los que las aves anidan, representa un uso importante de transporte.
Y, añado yo, un palo para los pájaros.
Según Schaffner, muchos entusiastas de esta actividad viajan cientos y hasta miles de kilómetros para ver aves.
La competitividad que está dominando lo que solía ser un pacífico pasatiempo implica que los observadores deben moverse largas distancias para identificar tantas aves como les sea posible.
Recientemente, más de cinco mil personas viajaron hasta Kent, en Inglaterra, para ver una curruca de alas doradas que, gracias a un desvío en su curso, aterrizaría en las islas británicas.
A esto se suma la creación de nuevos lugares en los que las aves puedan anidar y reproducirse, que no siempre tienen antecedentes ecológicos.
El profesor Schaffner halló que muchos de estos lugares solían ser vertederos que, aunque cubiertos por césped, siguen guardando muchos peligros medioambientales.
El profesor sostiene que los observadores tienden a pensar que realizar lo que él llama deportes medioambientales forma parte de salvar el planeta.
Sin embargo, muchos de los entornos en los que hacemos estas actividades son alterados por ellas.
Los vertederos convertidos en áreas naturales todavía plantean importantes peligros para el medio ambiente, en opinión de Schaffner, a causa de las sustancias químicas tóxicas que se quedan justo debajo de la superficie.
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