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El ruido humano amenaza a los mamíferos marinos

El mar ruge más y distinto.
No, esto no es una poesía, todo lo contario.
Los mamíferos marinos están pagando con su vida la contaminación acústica del agua, pues a los ruidos naturales -para los que sí están preparados- se les suman los provocados por el ser humano.

Disparos sísmicos, ejercicios militares o el tráfico de barcos comerciales resultan nefastos cuando emiten sonidos de alta potencia que atacan a estos animales, un auténtico drama que moviliza a científicos y medioambientalistas para reclamar la creación de zonas de protección, control del origen y de los niveles de ruido.

Es una imagen tristemente habitual en los medios de comunicación: ballenas que quedan varadas en la playa y mueren ante la impotencia de gentes arremolinadas en torno a ellas.
¿Qué las ha hecho acabar así? En muchas ocasiones han sufrido un ataque acústico.
Un apunte: la intensidad sonora habría aumentado de media, en el último medio siglo, de 10 decibelios a centenares de Herzios, según expertos del Instituto de investigación para la explotación del mar (Ifremer).

Esta amenaza se suma a otras.
Miles de ballenas son víctimas de la caza legal o ilegal, como otros cetáceos.
El cambio climático es otra espada de Damocles sobre las cabezas de estos animales.
Y es que, cuando hablamos de animales en peligro de extinción son más de una las causas que arriesgan su supervivencia.
Pero, ¿el escándalo acústico es para tanto?.
Juzga tú: son sonidos que les influye en su ecolocación (esencialmente, la emisión ultrasónica de olas sonoras).
Es decir, les impide comunicarse, navegar o alimentarse, les hace perder el sentido de la orientacion, les obliga a abandonar determinados hábitats y multiplica su riesgo de colisión con buques.
Un caso fue revelador.
El 24 de septiembre del 2002 un buque de la OTAN realizaba un ejercicio entre las Islas Canarias y el Estrecho de Gibraltar y, ese mismo día, 14 ballenas picudas quedaron varadas en playas cercanas.
La autopsia no dejaba lugar a dudas cuando reveló lesiones en el oído interno.
Informes realizados en la década de los novena correlacionan varamientos -sobre todo de ballenas picudas- con ejercicios navales de sonares de alta potencia, y también con disparos sísmicos.
Los principales peligros son los sonares militares de baja frecuencia empleados para detectar submarinos y los cañones de aire de alta potencia utilizados para exploraciones petroleras.
El futuro no traerá calma.
Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado a finales de 2007, la acidificación de los mares y océanos podría hacer el medio marino más ruidoso por la reducción de la capacidad de absorción de sonidos de baja frecuencia.
Una nota positiva: la Universidad Politécnica de Cataluña investiga cuál es el máximo ruido tolerable para los cetáceos y pretende crear una cartografía del ruido oceánico de la costa española, un proyecto que podría ampliarse a nivel mundial gracias a la fundación suiza Antinea y a su proyecto Changing Oceans.
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