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U2 se defiende de las críticas a su gira escasamente ecológica

Es lo que tiene estar en la cresta de la ola: te conviertes en el blanco de todas las miradas, de los elogios más apasionados y de las críticas más enconadas.
Traducido al lenguaje del marketing, tienes acceso a los contratos más jugosos pero, a cambio, eres vulnerable ante cualquier detalle.

Los irlandeses U2 saben mucho del asunto pues llevan décadas en lo más alto.
Además, al aspecto musical se añade que cuentan con un cantante que tampoco se calla fuera del escenario.
Al contrario, la figura de Bono (¿quien lo duda a estas alturas?) se adentra en la alta política a través de sus cruzadas a favor de causas justas y recibe por igual elogios y acusaciones de mesianismo.

Por todo ello, lo relacionado con U2 se mira con lupa y cualquier aspecto toma carácter de noticia.
Además, la banda irlandesa ha aceptado el juego de cada-vez-más en virtud del cual cada nueva gira ha de ser mayor en grandiosidad que la anterior como le sucede a The Rolling Stones o Madonna.

Para su gira actual proponen un escenario bautizado como La Garra, que se compone de tres estructuras de acero que han costado un total de noventa millones de euros.
Su montaje se inspira en el de un hangar, es decir, sin columnas que impidan que cualquier espectador que se sitúe alrededor pueda ver el escenario.
Por eso, la gira tiene como nombre 360º Tour.
Este aparatoso montaje permite que hasta noventa mil personas pasen por taquilla pagando una entrada en primera fila de escenario.
Se les podrá criticar por muchas cosas a U2 y su equipo pero no por su capacidad de generar negocio.
La gira, que comenzó en Barcelona con críticas y apertura de expediente debido al exceso de ruido de los ensayos, hace vibrar estos días el estadio londinense de Wembley.
Con anterioridad el huracán U2 pasó por su país de origen y, ya se sabe, nadie es profeta en su tierra.
Al menos, no eternamente.
Las críticas de sus compatriotas arreciaron cuando el Ayuntamiento de Dublín otorgó un permiso de trabajo nocturno para el montaje del escenario en el Croke Park y decenas de camiones atravesaron cada noche las estrechas callejuelas alrededor del estadio.
La propia presencia de la flota de camiones –casi doscientos- con los que la gira se traslada por toda Europa ha provocado quejas.
The Edge, el guitarrista de la banda, se defiende: “Nos encantaría tener alguna alternativa a los camiones, pero no parece haberla a día de hoy”.
A The Edge, le toca lidiar allá donde vaya con otros aspectos de la gira, como la contaminación que provoca, a lo que el músico irlandés replica que “es injusto singularizar en los espectáculos de rock.
Hay muchas otras cosas que implican un gasto y un nivel de contaminación similar”.
No le falta razón, pero la visibilidad de su propuesta –un hecho que ellos mismos han fomentado- no permite una respuesta al estilo Pero-tú-más.
A las críticas se ha sumado David Byrne, el que fuera cantante de Talking Heads, que calificó el gasto de la gira de U2 como “excesivo teniendo en cuenta las posturas adoptadas por algunos componentes de la banda sobre el hambre en el mundo”.
Ante este reproche directo a la mandíbula, el guitarrista de U2 opta por tirar por la calle de en medio argumentando que “gastamos el dinero en nuestros fans, no creo que pueda haber un motivo mejor para hacerlo”.
Incontestable, al menos para sus seguidores.
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