El punto es que los juegos de mesa no se enchufan a ninguna parte, es decir, no consumen más energía que la de nuestro cerebro.
Así que es lógico que preferirlos sobre los juegos electrónicos sea más amable con el medio ambiente.
Para quienes necesitan datos que fundamenten esta información, he aquí algunos.
Los gadgets electrónicos actualmente consumen 15% de la demanda de energía de los hogares en todo el mundo.
La Agencia Internacional de la Energía dice que, en los próximos 20 años, será necesario el equivalente a 560 plantas producción de energía fósil o 230 plantas de energía nuclear para satisfacer el consumo de estos equipos.
Tomemos el caso de Estados Unidos: en 1980, en cada hogar estadounidense había tres aparatos electrónicos.
Actualmente, hay 25.
Las vídeo consolas, que ahora están presentes en 40% de los hogares estadounidenses, consumen la misma cantidad de energía al año que la ciudad de San Diego, la novena más grande del país.
Parte del problema es que muchos equipos modernos no se pueden desactivar del todo.
Hablamos del temido stand by, esa lucecita roja en la televisión que indica que, aun cuando no esté en uso, está consumiendo electricidad mientras espera una señal del mando a distancia o grabar un programa de televisión.
En cambio, un Scrabble, o más divertido, un Parchís, ¿cuánta energía eléctrica consumen? La de la luz de la habitación en la que se esté jugando, en caso de que sea de noche.
Si se trata de un juego antiguo, de esos que se compraron hace diez o veinte años, el ciclo es aún más virtuoso: se está reciclando la diversión.
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