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Nuevas especies de setas que brillan en la oscuridad son descubiertas en la selva

Pensaba que nadie en su sano juicio esperaría a que anocheciese para internarse en la selva amazónica y menos elegiría una noche de luna nueva.
La oscuridad es tal durante esas noches que “no podía ver mis manos siquiera pese a colocarlas a pocos centímetros de mi cara”.

Así describe la situación que se encontraron Dennis Desjardin, de la Universidad de San Francisco, y Cassius Stevani, de la de Sao Paulo, durante su expedición nocturna.
Pero, ¿por qué elegir una noche así? ¿qué buscaban? Sencillo, algo que sólo en esas condiciones es posible encontrar: Setas que brillan en la oscuridad.

Y vaya que sí las encontraron, hasta siete nuevas especies.
Desjardin describe el descubrimiento como “mirar a un cielo estrellado pero mirando al suelo, cada estrella era un pequeño hongo en un espectáculo fantástico”.
Seguro que piensas que Desjardin y Stevani lo que han probado ha sido alguna variedad de setas alucinógenas que durante unas horas les han transportado de la selva a una discoteca en la que las setas eran bolas de espejos, pero no.

Ya son setenta y una las especies de setas que brillan en la oscuridad descubiertas en todo el mundo, casi todas pertenecientes al género Mycena (que comprende quinientas variedades distintas).
A una de las nuevas especies localizadas, cuyo brillo es permanente, la han bautizado como Mycena Luxaeterna en homenaje al Réquiem de Mozart.
Esta variedad posee un gel pegajoso en su tallo –o tronco, si se prefiere- que la mantiene húmeda durante los días más calurosos y que provoca que los insectos queden atrapados.
Para Cassius Stevani, profesor de química, y Dennis Desjardin, profesor de micología, no es una sensación nueva, ya en 2002 descubrieron cuatro especies de similares características en el Valle de Ribeira, también en Brasil.
Los primeros descubrimientos de este efecto tan psicodélico (haría las delicias de Austin Powers) se llevaron a cabo en la década de los setenta, se denomina bioluminiscencia y consiste en que la seta produce luz -un suave resplandor verduzco- gracias a una reacción química.
Entre la fauna lo más parecido es la luciérnaga (y resto de coleópteros lampíridos) capaces de generar luz mediante un órgano situado en la parte inferior del abdomen gracias a un veloz proceso de oxidación de una sustancia –la luciferina, vaya con el nombrecito- sin que por ello se eleve apenas la temperatura de su cuerpo.
La gran ventaja con respecto a las setas que brillan en la oscuridad es que las luciérnagas pueden apagar su luz a voluntad si se sienten amenazadas.
Digamos que lo de las setas bioluminiscentes se parece más a esas pegatinas con forma de estrella que se colocan en paredes y techos: Casi imperceptibles durante el día pero que brillan cuando las luces se apagan.
O, remontándonos en el tiempo, aquellas figurillas kitsch de vírgenes cristianas que lucían en la oscuridad durante unos minutos en las habitaciones de nuestras abuelas velando por nuestros sueños.
Una última duda, ¿habrán probado los micólogos a comerse alguno de estos ejemplares de setas? El resultado podría ser, como mínimo, sorprendente.
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