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Las personas bilingues piensan de forma diferente a quienes hablan sólo un idioma

Panos Athanasopoulos, de la Universidad de Newcastle, ha encontrado que las personas bilingües piensan de manera diferente a aquellas que sólo utilizan un idioma, y es el uso del lenguaje, no su dominio, lo que hace la diferencia.
Desde un punto de vista práctico, Athanasopoulos dice que el aprendizaje de una segunda lengua ofrece a las empresas una visión única de las personas con las que están negociando, lo que sugiere que las relaciones de la Unión Europea podría mejorar drásticamente si todos nos tomáramos el tiempo para aprender un poco de los otros idiomas que son hablados en el bloque, en lugar de tener el inglés como lengua franca.

Athanasopoulos puso en marcha un estudio en que el que participaron hablantes japoneses e ingleses.
Examinó su uso y dominio de la lengua, además del tiempo que habían estado en el país, y comparó estos datos con la percepción que tenían del color azul.

En el idioma japonés existen más términos para denominar distintos tonos de azul que en el inglés.

Según el estudio, la percepción del color es una manera ideal de probar conceptos bilingües ya que hay una enorme variación entre el lugar en el que cada idioma coloca los límites en el espectro de color.
Athanasopoulos y su equipo encontraron que las personas que sólo hablan japonés distinguen más entre tonalidades de azul oscuro o claro, que quienes hablan inglés.
En el caso de quienes hablan ambos idiomas, la diferenciación entre los tonos depende de cuál de los dos idiomas usan más frecuentemente.
Además de aprender el vocabulario y la gramática, al aprender un idioma también se está inconscientemente aprendiendo una nueva forma de ver el mundo, según Athanasopoulos, pues hay un vínculo indisoluble que entre lenguaje, la cultura y la cognición.
La investigación de Athanasopoulos también reafirma un hecho sobre el propio proceso de aprendizaje de otro idioma: se obtiene un aprendizaje más completo si se estudia en el país en el que se habla.
Es decir, si quien aprende está inmerso en la cultura que forma parte de la lengua, en cómo ésta está vinculada con la forma de pensar y cómo es usada en los distintos contextos de la vida diaria.
Un idioma está en constante modificación, al igual que la propia cultura.
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